El postre musical necesitaba la cereza para llevar al mundo sus delicias y sus donaires. Por determinaciones políticas y administrativas, el 21 de junio de 1967, el entonces presidente de la República, Carlos Lleras Restrepo sancionó la Ley 25 que creaba al departamento del Cesar, desprendiendo su territorio del Departamento del Magdalena.
Quiéranlo o no, los habitantes de Codazzi, Aguachica, Chimichagua, González, Curumaní, Chiriguaná, Gamarra, Pailitas, La Gloria, Río de Oro, Tamalameque, Robles y Valledupar aceptaron la determinación. De ahora en adelante los trámites administrativos no los harían en Santa Marta, sino que tendrían que desplazarse a la nueva capital: Valledupar.
Igual, todo venía de una serie de componendas por los ganaderos del sur del Magdalena que deseaban tener un nuevo departamento y así administrar sus extensos territorios.
Por esa misma época el Departamento de Caldas, en el eje cafetero, también fue dividido en tres departamentos: Caldas, Risaralda y Quindío.
A los seis meses, de firmada la Ley 25, el propio Carlos Lleras Restrepo viajó a Valledupar, en compañía de su ministro de gobierno, Misael Pastrana Borrero, Virgilio Barco, alcalde de Bogotá y una comitiva de numerosos senadores, empresarios, ganaderos, agricultores. En medio de la fiesta tomó posesión como primer gobernador del nuevo departamento, el senador Alfonso López Michelsen, líder del Movimiento Revolucionario Liberal, MRL.
Era la época del Frente Nacional y el país buscaba la paz de los partidos mientras los grupos subversivos tomaban poder en varias regiones.
Como un reconocimiento a la tarea de los ganaderos, la empresa Cicolac ofreció un almuerzo el 22 de diciembre en sus instalaciones, con el acompañamiento de la música vallenata.
Para Alfonso López Michelsen el nuevo departamento no era desconocido y su abuela, doña Rosario Pumarejo de López había nacido en Santa Marta, aunque luego el nuevo gobernador diría que ella era oriunda de Valledupar.
Con su padre Alfonso López Pumarejo, como presidente, recorrió en varias oportunidades la región e incluso participó en jornadas de cacería con innumerables amigos de la región.
Como gobernador nombró un gabinete de prestantes figuras de la región. su secretario de gobierno fue Luis Roberto García, su secretario de Educación César Fernández Dáger, su jefe de agricultura Hernán Osorio, su secretario de Desarrollo Económico y Social Álvaro Pupo Pupo, entre otros, pero como jefe de relaciones públicas encargó al maestro Rafael Escalona Martínez, con quien establecería una gran amistad por toda la vida.
Incluso, cuando ya llegó a la presidencia de la república, nombró al compositor Escalona en el consulado de Panamá, en tiempos de Ómar Torrijos como mandatario del istmo.
El nuevo gobernador nació el 30 de junio de 1913 en Bogotá, estudió en el Gimnasio Moderno de Bogotá, luego en Bélgica, Reino Unido y Francia donde obtuvo el título de bachiller.
Sus estudios universitarios los hizo en la Universidad del Rosario donde se tituló como abogado, hizo especializaciones en la Universidad de Chile y en la de Georgetown. A su regreso al país fue profesor de la Universidad Libre, La Rosario y la Nacional.
Vivió en México entre 1952 y 1960 donde dedicó buena parte de su tiempo a la literatura y redactó la novela Los Elegidos, pero también le prestó atención a su gusto particular: la música. En tierras aztecas hizo amistad con compositores e intérpretes y degustó, como pocos, de la música ranchera. Aprendió su historia y cómo influyó la unión de instrumentos europeos como la guitarra, el violín y la trompeta, pero con la alegría y el sentimiento mexicano.
Fue un apasionado por la música mexicana. De hecho, siempre fue un consultor para la gran Helenita Vargas, “La ronca de oro”, quien le enviaba los casetes o las primeras grabaciones para escuchar sus conceptos. Él mismo le indicó temas que debería grabar en un futuro.
Pero su gusto musical abarcó también al bolero, el tango y temas argentinos, pero uno de sus referentes era el guitarrista Eduardo Falú, de quien, a veces entonaba aquella “Tonada del viejo amor”: Y nunca te he de olvidar/ en la arena me escribías/ el viento lo fue borrando/ y estoy más solo mirando el mar/ Qué lindo cuando una vez/ bajo el sol del mediodía/ se abrió tu boca en el beso/ como un damasco lleno de miel”.
Temas que cuando hacía sus reuniones dejaba escuchar en su propia voz.
El departamento del Cesar no podía tener mejor mandatario. Era apreciado por los líderes de la región, impulsó con sus ideas y conocimientos en el exterior para dar impulso a la ganadería y la agricultura, pero recibió con entusiasmo el primer encuentro vallenato que había organizado Gabriel García Márquez con Rafael Escalona en Aracataca.
Hasta casa encontró con facilidad. Doña Paulina de Castro, viuda del exministro Pedro Castro, del gobierno nacional de Alfonso López Pumarejo, le ofreció su casona en el marco principal de la plaza de Valledupar.
En las siempre vivas parrandas, el mandatario también dejaba escuchar su voz como vocalista e improvisaba versos con “El amor amor”.
Sus biógrafos vallenatos dicen que le fascinaron temas como “La gota fría” del maestro Emiliano Zuleta, “La diosa coronada” del inmortal Leandro Díaz y “Compae Chipuco” de José María Chema Gómez.
Cada año la Iglesia católica organiza la celebración de la Leyenda Vallenata, en honor de la patrona de la diócesis de Valledupar por la protección que les dio a los españoles ante un ataque de los indígenas.
Para el primer gobernador la fiesta originó la idea del Festival de la Leyenda Vallenata y convocó a Rafael Escalona, Mirian Pupo y la gran Consuelo Araújo para dar inicio al certamen de mayor recordación y que llevaría al vallenato al mundo entero.
Lo demás es historia.