Era el momento en el cual se pasaba de parranda en parranda y cada corregimiento, municipio, vereda, esperaba la llegada de los músicos, con acordeón al hombro. Avisados por un cumpleaños, una celebración, un fandango o la conmemoración del santo del pueblo, llegaban avisados para armar el jolgorio. Recogían historias de acá y allá, amores y desamores que iban contando con sus notas melodiosas.
A Rafael Escalona le encantó cantarles a las mujeres, a sus amigos y a las regiones. Pensaba en el tema y luego con silbidos indicaba a sus músicos cómo sería la canción. Pero él no pensaba que sus canciones y sus versos pasarían más allá de la Provincia de Padilla ni mucho menos llegar hasta los salones de la Casa Blanca, por ejemplo.
Igual sucedía con historias como “La gota fría” que Emiliano Zuleta contó, le cantó a Guillermo Buitrago y llegó a escenarios nunca imaginados.
Agrega don Julio Oñate Martínez que finalizando los años 50 aparece la figura descollante de Guillermo Buitrago, a quien se conoció como el ‘Gardel Vallenato’, porque le dio aire internacional. “Su música se escuchó en el área del Caribe porque la disquera surtía a sus diferentes agentes. De esta manera su música sonó en México, Puerto Rico, inclusive estaba programado para grabar en Cuba, con el conjunto Casino, cuando le sobrevino la muerte”, agrega.
Reconoce el historiador que hubo una figura que tuvo también resonancia finalizando el 49 y comenzando el 50. “Se trata del bogotano Julio Torres Mayorga, quien es el autor de ‘Los camarones’ y ‘El aguacero’, una canción que hizo época. A Julio, quien tenía el grupo ‘Alegres Vallenatos’, no se le ha dado la importancia que alcanzó en una vida muy corta, murió a los 20 años en Cartagena, pero tiene una cifra, que es un verdadero récord al vender en tres meses 30 mil discos de 68 revoluciones”, explica.
Desde la década de los años 50 aparece ese tipo de música vallenata que venía de los corrales, de las veredas, de los pueblos, de las montañas, con juglares evidentemente campesinos casi que prácticamente analfabetas.
“De esa década –recalca el escritor-- están Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez y un cantante que hizo toda una época, especialmente en los departamentos del Atlántico y Bolívar. Se llamaba Roberto Román, quien grabó con Aníbal Velásquez y fueron las figuras que brillaron en ese momento. Era una música completamente raizal, de los amigos, de los aparatos que salían en los caminos, de las parrandas largas, del trago que nunca faltaba y lógicamente de los amoríos en cada pueblo”.
Pero, además, Colombia ya tenía emisoras en muchas partes del país. “En Colombia, fue el presidente Miguel Abadía Méndez quien inauguró, en 1929, la primera radiodifusora, llamada HJN. Unos meses más tarde nace, con el nombre de La Voz de Barranquilla, la primera emisora en esta ciudad de la Costa Caribe colombiana. Desde el año de 1923, la empresa inglesa Marconi Wireless Co. se encargó de traer al país la infraestructura necesaria para mejorar las comunicaciones, pero se enfrentó con varios obstáculos en el terreno económico y legal. Sin embargo, la empresa fue, durante veinte años, la única en el país que llevó a cabo esta tarea”, según relató el periodista Alberto Duque López.
Se sabe que la primera emisora comercial en el país nace en 1931 (su nombre era HKF). A partir de ese momento nacieron muchas emisoras comerciales, a la vez que se implantó la reglamentación que habría de controlarlas.
“Al principio, estas emisoras eran dirigidas por una sola persona, quien se encargaba de operarlas y, en general, de llevar a cabo todas las tareas que exigía cada una de ellas. De esta manera, las emisoras sólo podían funcionar de manera intermitente, dependiendo de la disponibilidad de tiempo y recursos de sus dueños”, agrega el periodista.
La radio acompañó al vallenato desde su nacimiento. Es más, se recuerda que temas como “Ron de vinola”, interpretado por Guillermo Buitrago, era en realidad un comercial para impulsar esa bebida. Guillermo era, además de músico, un negociante y un visionario que le dio forma a aquellas canciones, las recopiló y las grabó en acetato.
“En los años 60 ya está música se perfila socialmente, porque ya tenía aparición en algunos festejos populares, en casetas y las emisoras y periódicos hablaban de sus protagonistas. Entonces surge Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, quien en 1964 es llevado al Palacio de Nariño, por el maestro Rafael Escalona, a raíz de una invitación del presidente Guillermo León Valencia. Fue la primera vez que sonó un acordeón en la fría capital y eso fue ambientando la penetración del vallenato, debido a que Escalona tenía relaciones de alto nivel. Más adelante Alfonso López Michelsen, siendo primer gobernador del Cesar al lado de Consuelo Araujonoguera y el propio Rafael Escalona, le abren las puertas al vallenato al crear el Festival de la Leyenda Vallenata”, cuenta don Julio Oñate Martínez.